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América Latina es el laboratorio de una nueva forma de cooperación


En un mundo de desafíos cada vez más globales, la cooperación internacional y para el desarrollo ha pasado de ser una política centrada en medidas paliativas a ofrecer una oportunidad para construir valores conjuntos con nuestros socios sobre la base de agendas compartidas. La Agenda 2030, y particularmente el objetivo sobre alianzas (ODS 17), son un reflejo de esta nueva realidad especialmente relevante para nuestra relación con los países de América Latina.

Los flujos de Ayuda Oficial del Desarrollo (AOD) son poco importantes para la mayoría de los países de la región. Compartimos compromisos y desafíos, culturas y sociedades que reclaman políticas más eficaces, transparentes y eficientes ante fenómenos de inseguridad, corrupción y desigualdad que llevan a nuestras democracias hacia derivas populistas.


El Consenso Europeo de Desarrollo traduce la Agenda 2030 en compromisos explícitos de las instituciones comunitarias y los Estados miembros de la Unión Europea. Nos compromete a crear mecanismos innovadores de cooperación, adaptados a los países socios en las diferentes fases de desarrollo. La Cooperación Española incluye el concepto de los países de cooperación avanzada en el V Plan Director reclamando nuevas formas de actuar, centradas en las demandas específicas de sus sociedades y en la provisión de bienes públicos regionales y globales.


Te puede interesar la propuesta #CooperAcción: tu voz cuenta. Un punto de encuentro para construir entre todos los socios de desarrollo, que permita que surjan más ideas, innovación y enseñar nuevas formas de participación colectiva mediante el uso de nuevas tecnologías.

Pues bien, empecemos por preguntar ¿cuál es esa demanda de las sociedades? ¿Quién, cuándo y cómo se define?


Todavía hay una inercia en la cooperación internacional de mantener procedimientos de programación y diseño de la ayuda sin una clara orientación a la demanda. Aunque existen mecanismos de coordinación en los países socios, se establecen prioridades que emanan de las convicciones morales de nuestros sistemas de cooperación. Y ante el crecimiento de las demandas de intercambio de experiencias sobre políticas públicas de los Gobiernos de América Latina, ofrecen la trasposición de modelos de respuestas y buenas prácticas, cuando queda patente que la réplica de modelos e instrumentos está obsoleta.


El Consenso Europeo de Desarrollo establece que las prioridades de cooperación emanen de una asociación basada en el diálogo de políticas, que promueva intereses compartidos para el intercambio de experiencias y conocimiento. En esa línea, la propuesta del nuevo instrumento de Vecindad, Desarrollo y Cooperación Internacional de la Comisión Europea le da una mayor importancia a movilizar el conocimiento de las administraciones públicas. Debemos ir más allá y aspirar a construir respuestas conjuntas a nuestros problemas compartidos, generando mediante las políticas públicas valores comunes entre nuestras sociedades.


Mientras en la programación de los fondos de cooperación se ha avanzado en los mencionados mecanismos de coordinación, durante la ejecución de los programas y proyectos se prioriza el cumplimiento del plan de trabajo frente a una adaptación a la evolución de las políticas y el fomento de un diálogo que permita estructurar esa demanda. Un ejemplo claro de esto es que todavía se anuncien convocatorias de ayudas sin involucrar a las administraciones de los países en los que trabajamos. La cooperación internacional establece muchos principios morales, pero se salta la soberanía de los países democráticos y desarrollados en los que trabaja.


El intercambio es el futuro de la cooperación euro-latinoamericana.

El acompañamiento de la reforma de políticas públicas requiere el trabajo con la sociedad civil y otros actores de desarrollo, pero ¿quiénes somos nosotros para establecer que la respuesta a nuestras convocatorias de ayuda se corresponde con la demanda de nuestros países socios, con una demanda soberana? La relación entre oferta y demanda en la cooperación entre países no es la de un mercado en equilibrio.


La dirección de América Latina del servicio de cooperación DevCo de la Comisión Europea se ha sabido adaptar a este entorno, respondiendo con programas y proyectos bilaterales y regionales de cooperación entre administraciones públicas. El enfoque de intercambio, de aprendizaje entre pares, de orientación real a la demanda y de generación de insumos, de ideas desde las experiencias prácticas de Estados miembros de la Unión Europea y de otros países del entorno latinoamericano para los procesos de reforma dirigidos por los gestores públicos, es el futuro de la cooperación euro-latinoamericana.


Para que este proceso liderado por DevCo se consolide es necesario que haya un alineamiento de la totalidad de las agencias de cooperación europeas, con una ejecución orientada a la demanda y el respeto a las soberanías nacionales en las políticas de cooperación.


Desde luego la FIIAPP apuesta firmemente por este modelo. Consideramos que los puntos focales de los programas en los países socios son actores fundamentales de la estructuración y canalización de estas demandas soberanas. Su articulación con el conjunto de las administraciones mediante lo que denominamos mesas país, permite acompañar desde lo técnico las decisiones de priorización que adopten los gobiernos. Ofrecen la oportunidad de nutrir desde abajo lo que muchas veces se construye desde arriba en la lógica de los Centros de gobierno del Banco Interamericano de Desarrollo o la Red Iberoamericana de ministros de la Presidencia y Equivalentes (Rimpe), asegurando que las actividades de cooperación se integren en los procesos de reforma de políticas realmente estratégicas para los países.


Es evidente que la cooperación triangular es fundamental para las alianzas con los países. Intercambiando experiencias con países vecinos en el marco del acompañamiento de un proceso de reforma de una política pública, contribuimos a construir región. Las respuestas no son modelos transferidos, sino procesos de reforma de políticas públicas acompañados de forma flexible, sin preestablecer resultados, abordando problemas mediante el intercambio y la agregación de conocimientos o capacidades institucionales en redes compartidas. Y estas redes, estos procesos que contribuyen a la construcción de región, no son solo de nuestro interés en materia de política exterior. Además, se corresponden con el poder blando de la Unión Europea, con nuestra propia experiencia de integración.


Los vínculos que se generan entre nuestras administraciones en el marco de este tipo de actividades, trascienden un simple proyecto de cooperación. Abordando problemas mutuos, pasamos de una agenda de ayuda al desarrollo, de implementar nuestra agenda moral, a una agenda de cooperación en la mejora de sistemas públicos para hacer sostenible el desarrollo.


América Latina es el laboratorio de esta nueva forma de cooperación. No desaprovechemos esta oportunidad para la construcción de un espacio euro-latinoamericano de valores compartidos.



Escrito por Tobias Jung Altrogge para El País: director de Estrategia y Comunicación de la Fundación Internacional y para Iberoamérica de Administración y Políticas Públicas, F.S.P. (FIIAPP). Nota original acá.

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