Bernabé Malacalza identifica un auge de una "diplomacia de las mascarillas".
Foto: Tmaximumge/PxHere
El doctor en Ciencias Sociales Bernabé Malacalza, desde Buenos Aires, Argentina, en su charla magistral en el marco del Curso Abierto de Cooperación Internacional y Elaboración de Proyectos, propuso 7 máximas para repensar la cooperación internacional considerando el panorama de la región en cuanto al desarrollo, la sostenibilidad, y la cooperación internacional, el concepto que más se nombra pero que menos se observa.
1. Los estados por sí solos no pueden dar respuestas efectivas: La faz negativa de la globalización, como todo efecto de la globalización, los estados por sí solos no pueden dar respuestas efectivas necesitan de la cooperación internacional. Esto lo salvamos entre todos o no nos salva nadie.
2. El desarrollo tiene patas cortas. Nos cuentan una historia lineal, evolutiva, secuencial, y que existen países que están más desarrollados que otros, pero la verdad está en los matices. Estamos observando según lo que pasa en Europa y en Asia, en menor medida, también en Estados Unidos, que países catalogados como desarrollados no pueden controlar sus contagios. Hay una mirada hegemónica del desarrollo, que es la teoría de la modernización o el desarrollo concebido como industrialización. Pero esa noción debe ser multidimensional: la cultura, la historia, la geografía, y la idiosincrasia también deben ser consideradas. Esto ha creado una trampa, la de la insostenibilidad. Una de las razones por las cuales la epidemia mutó en pandemia son los descalabros ambientales. La insostenibilidad ambiental genera una situación en la cual los virus se hacen más activos en su propagación.
3. La ayuda para el desarrollo es cada vez menor. Los países donantes tradicionales y occidentales del comité de asistencia al desarrollo de la OCDE han reducido sus compromisos de ayuda. En medio de la pandemia, tenemos a países más ocupados en las emergencias nacionales que en prestar ayuda para el desarrollo, que es un apoyo a largo plazo. A la par de esto, por la gran depresión económica se va a demorar el paso del umbral hacia la renta alta de los países de renta media. Además, las economías se contraerán entre un 9.4% y 10% este año, se registra una caída en el precio de los commodities que afecta las exportaciones de la región y hay una crisis de deuda, como la que tienen Argentina y Ecuador. Hoy la deuda global es del 322% del PIB mundial, 40 puntos porcentuales mayor que la que había en la crisis de 2008. A todo esto, no tenemos una respuesta del G-20 como la que hubo en 2008 ni una intención de condonación de deuda para los países de renta media.
4. Se está estirando el concepto de seguridad. Las pandemias hoy son pan para los que observan las fronteras como lugares calientes, hostiles, donde hay que poner muros, por ejemplo. En 1989, había 11 países con muros fronterizos, hoy hay 70. Con la pandemia esto se va a robustecer. Hay 65 millones de refugiados esperando cruzar fronteras. Acá cerca, en Venezuela, se está registrando la mayor crisis humanitaria de la región. A través de medidas extraordinarias y de militarización se busca responder a problemas de desarrollo. Las fronteras se han convertido en factor de amenaza para la propagación del virus y son lugares que hay que controlar para frenar la amenaza sanitaria. Vamos hacia una mayor militarización y a un mayor cierre de fronteras aún después de superada la pandemia.
5. Polariza y fracasarás. Estamos observando una mayor polarización geopolítica, con dos contendientes: Estados Unidos y China. China superó antes la fase crítica de la pandemia y salió a prestar ayuda humanitaria, con lo que se ha denominado la “diplomacia de las mascarillas”, mientras Estados Unidos se ha rezagado en el control de esta coyuntura sanitaria, sin embargo, despliega su artillería pesada en países geopolíticamente estratégicos como Colombia, la cuenca del Caribe y Centroamérica, donde la ayuda del Departamento de Estado y la USAID tiene mayor presencia. Se está generando un juego de ajedrez. Antes de la pandemia, China buscaba ocupar los vacíos que había dejado Estados Unidos. Sin embargo, las narrativas de estos dos contendientes, no logran construir consenso ni legitimidad, porque estamos en tiempos de post verdad. ¿Cómo afecta esto a la región? Tenemos élites económicas, sobre todo en el agro, a favor de China y élites militares, como la de Brasil, a favor de Estados Unidos, en una pugna corrosiva.
6. Lo esencial es visible a los ojos. La ayuda humanitaria está creciendo, es muy visible y tangible. Tiene banderas, hashtags en Twitter y es de bajo costo: alimentos, medicinas, mascarillas. Hoy, Estados Unidos lleva donados 900 millones de dólares en el mundo y 83 millones en la región (8%). China suma 665 millones de dólares en ayuda. Pero esas cifras son pequeñas si se las compara con el presupuesto de ayuda al desarrollo anual de la OCDE (1.200 millones de dólares). Esta diplomacia busca cambiar mentes. China quiere ser percibida como solidaria y no como la que originó la pandemia. Estados Unidos busca afianzar a sus aliados y no dejar la región a merced de China, recuperar el protagonismo perdido en las últimas décadas. Hay un factor que debe agregarse: el protagonismo de la filantropía de las empresas, sobre todo de las compañías digitales, que se expresa, por ejemplo, con Carlos Slim financiando las vacunas contra el coronavirus para ser distribuidas en la región. El capitalismo de las plataformas, de la cuarta revolución industrial, es lo que está de fondo. Ese cambio en la matriz económica cambia los actores de la cooperación e incluso digitaliza esa cooperación.
7. La región viene perdiendo peso en la agenda y los multilateralismos regionales (Mercosur, Unasur -se desmanteló- y Alianza del Pacífico) están en crisis. Tenemos un vacío de liderazgo. La Unasur hubiera sido una institución con recursos en términos de salud, con un Consejo Sudamericano de Salud, un instituto para la salud que disponía de recursos y tenía experiencia en la lucha contra el H1N1. Esta ausencia se siente en una crisis como ésta. Hay excepciones como el SICA y el Caricom en Centroamérica, que tienen experiencia en epidemias tropicales y catástrofes naturales que están activos porque las instituciones funcionan más allá de los liderazgos presidenciales. En medio de este déficit en el poder de agenda de la región, vemos una avanzada de Estados Unidos, que busca salir del letargo, y una China de la que la región es cada vez más dependiente, en lo comercial (principal comprador de Sudamérica), en lo financiero (principal prestamista de la región) en lo empresarial (los negocios con China son promesa de futuro, están ahí). Por eso la dependencia se va haciendo cada vez más figurada.
En resumen, percibimos que por cuenta de esta crisis los estados se encuentran volcados a la cooperación internacional al no disponer de los recursos suficientes para atender la crisis actual, que es preciso entender el desarrollo en su carácter idiosincrático y multidimensional y que los programas para el desarrollo disponen de cada vez menos recursos porque sus financistas están abocados a costear la emergencia sanitaria. También se advierte que hoy la noción de las fronteras como espacios de integración está resquebrajada, existe un juego de ajedrez entre Estados Unidos y China por el control de la región, una ayuda humanitaria creciente que se expresa en la “diplomacia de las mascarillas” y de la que participan fuertemente las empresas que encabezan la cuarta revolución industrial, así como la evidencia de un vacío de los multilateralismos sudamericanos que, de estar activos, habrían podido ser un aliciente en este momento de emergencia regional.
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